lunes, 22 de junio de 2009





Una dice “no hay tal crisis” mientras tira un par de platos al piso. Una dice “no hay tal crisis” y se ríe con su mejor cara de bólida. Una dice “no hay tal crisis” y saca un turno en la peluquería. “No hay tal crisis”, y te ponés kilos de tapa ojeras. Una vez que aceptás que la crisis es tal crisis, estás preparado, ya podés negar la crisis. Una dice “no hay tal crisis” y rompe lo que tiene a mano. Una dice “no hay tal crisis” y hace step como loca. Una pone su mejor cara de bólida y dice “no hay tal crisis”. Pero tarde o temprano, llega el día donde la crisis tiene la evidencia de una estría. Ahí no queda otra, hay que aceptarla. Se puede negar la crisis un día, un mes, un año, pero llega ese día en que la crisis te explota en la cara. Atravesar la crisis es como pasar el pelo por agua oxigenada, te aclara el problema de raíz. Llega la crisis, uno cree que es el final, que se termina todo, pero en realidad, ahí empieza todo. Atravesar una crisis es como pasar por un buen cirujano plástico: sos la misma, pero distinta. Dan miedo las crisis. Uno le teme a lo desconocido, casi como a un mal peluquero. En chino, en japonés, en coreano, en tailandés, bueno, en algún idioma oriental, crisis significa oportunidad. Las crisis son como los años: te sorprenden y no te queda otra. Hay que decidirse a llevarlas. La crisisi es un viaje de ida, pero tambien puede ser un viaje de vuelta.

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